lunes, 22 de abril de 2019

NOS VEMOS EN DISNEY.

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Entrar en un Zugzwuan es verse obligado a jugar sabiendo que la vas a cagar. Pienso mientras saboreo mi vaso de vodka con hielo. 
Claramente la mejor opción sería perder el turno, pasar de largo. Pero a diferencia de cualquier otro juego, en el ajedrez como en diversas situaciones de la vida, tarde o temprano, estás si o si, condenado a moverte. 
Las luces de este boliche me están mareando. Tengo una antigua mujer clavada en el costado que no para de sangrarme.
Hemos sido arrojados aquí por una clase de Dios que no cree en si mismo, hemos venido a librar una estúpida batalla contra la muerte ¿y para cólmo de males, estamos obligados a escoger, sabiendo que dicha elección empeorará las cosas? 
¿Puede ser esto así? 
¿Hagamos lo que hagamos este cuento terminará mal? 
¿Pesimismo lúcido? 
El problema que tengas, cualquier problema que tengas, se ha estado gestando hace bastante tiempo atrás. Y Es de buen jugador comprender esa ley. Hay quien ha sabido mover las piezas en la dirección correcta. Simple! ¿Tomamos algo, querés? Me dijo una morocha dueña de una trompa a lo Angeli Joli.
No viene siendo esta mi mejor temporada; al instante acudió a mi mente esa hermosa palabra alemana (zugzwang) y el espeso y profundo significado que ella contiene; Así que opté por no contestar nada.
- En qué pensás?  me preguntó el fondo de mi vaso de vodka. 
Cuando las cosas salen mal tiendo a conversar con el fondo de los vasos. Cuando salen bien, también. Yo ya no tenía ganas de quedarme en ese lugar con la música al taco, sin amigos y con una buena mujer en el tiempo equivocado. Lo siento dije y rechacé la invitación. Subirme a ese viaje sería como ir al Carnaval de Rio con la mente de Kasparov. 
Leí un grafitti: "entre olvidar y recordar, me quedo con las dos cosas". Y me fuí alejando de la escena, caminando con mucha lluvia encima, con mucha pólvora mojada en el fondo del pecho. 
Patié la calle como un pordiosero sin sentido, como un zombie de Walking Dead. 
Al fin, se hizo de día y está nublado; recuerdo que fumé y me acosté, que fuí de la cama al living como cien veces y de ahí al hospital de los pinochos malheridos. 
Pasaron tres o cuarenta días más. 
Me levanté; al final uno siempre se levanta... y me preparé otro vodka con hielo, que joder! 
- Ah... ya caí... No es la política, no es la economía, y no es el amor; es el ajedrez, beibi! Es el maldito ajedrez, Eureka! ya entendí, todo se trata de saber mover bien las piezas. 
Respondí eso al Blackberry Taiwanes de la morocha, con la intención de resetearnos un poco.
- Ah... que ya cayó el señorito? tarde; ocurre que corrió agua por estos lares... qué pasó? te metiste en coma? te fuiste al Congo? sabés qué? 
"Mejor, nos vemos en Disney", corazón. El Capitán Vodka me mira con sorna, sabe que he perdido un buen partido. Me susurra eso de que la vida es el arte de tomar buenas o malas decisiones en el tiempo correcto, le digo q eso es obvio, me dice que me deje de boludear y que vayamos a perder la cabeza por ahi, le digo OK!  
Y pienso por un segundo, que tal vez, las orejas de Mickey no me hubieran quedado nada mal.

LA NEVADA MORTAL











Cuando alguna de estas noches caiga la nevada mortal ojalá los amigos estén bien cerca. 
Mirar a través de los cuadraditos del Eternauta es mirar por una ventana que da al pasado y al futuro al mismo tiempo, ni màs ni menos.
Cuando caiga la nevada mortal quisiera entrelazar tu mano en la mía.
Juan Salvo no es Superman ni tiene superpoderes, Juan Salvo es un tipo que se hace enorme a medida que la soledad lo va inundando casí todo.
Juan deambula rabioso de asombro y tristeza por paisajes apocalípticos, anhela que en algún rincón del mundo existan otros, que al igual que sus amigos y él, estén resistiendo la invasión.
Para Juan, vencer es vivir; pero Juan no busca exclusivamente salvar su culo, ni siquiera el de sus más cercanos; Juan busca, aun cuando todo pareciera carecer de sentido, una excusa colectiva para no sentir que el destino de la especie sea la nada misma.
Colonizados, capturados, torturados y transformados en Hombres-Robots serviles a los invasores; ese no puede ser nuestro futuro. Claro que no.
Cuando caiga la nevada mortal, quisiera que todas las caras tengan tus ojos, al menos, por un segundo. 
El Eternauta viaja perdido en el tiempo, y bien sabe que la batalla es enorme.
Su dolor, su entrega, su fortaleza ante la adversidad y su amor por la familia lo hacen traspasar el mundo del papel y la tinta.
De todos los cuadraditos que componen dicha novela gráfica (así le llama ahora a las historietas) hay unos, en particular, que condensan una verdad demoledora; precisamente aquellos cuadraditos en los que se narra el instante en el que una persona transforma su existencia para siempre. Y eso ocurre cuando Juan se pone la escafandra y su buzo hermético y decide salir de la casa; salir de la seguridad de su casa y enfrentrarse a la nevada mortal (a veces pasa, eso de que uno sabe que cierto preciso instante y no otro, es el que lo terminará arrojando a ya no ser, nunca, jamás, el que ha sido)
Cuando Juan se viste por primera vez de Eternauta, está avisando de alguna manera que por más poderoso que sea el enemigo a enfrentar, por màs letal que pueda parecer el arsenal del invasor, si es que uno se desafia a uno mismo, si es que uno vence el miedo paralizante, si es que uno cree en uno primero, para así, luego, poder creer en los demás, entonces, uno está avisando que tiene cuerda. Està avisando que no hay nevada mortal capaz de deternerlo.
Devastación, crueldad, muerte a granel, soledad, ciudades sitiadas, y también amistad, amor supremo y lucha. 
Cuando caiga la nevada mortal tendremos que ser un ejercito tierno disparando contra la bestialidad, seremos, mal que nos pese, la única esperanza. El último tiro, la única bala en la cartuchera de la humanidad.
Cuando caiga la nevada mortal, sé que vamos a estar juntos, pintando con saliva y sangre en las paredes rotas de una ciudad arruinada: "Luchar, no hasta morir, Luchar hasta vencer."

EL AMANTE DE LOLA

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La noche, la luna, el manto de estrellas, el silencio nocturno, los bichitos, el ruido lejano de la autopista. La cucha, el hocico entre las piernas, las dudas perrunas. El ladrido de algún perro guardián, la caca de algún perro cobarde. La correa q ajusta, la pulga q da vueltas. El perro que la vuelve loca, el perro que vale la pena, el perro q realmente la quiere. Todos los perros, todos, resumidos en uno solo.
Lola duerme sus sueños de perra mientras el otoño le regala las hojas rojas y púrpuras secas q caen de un liquid ámbar.